¿Cómo es nuestro hacer en la propuesta de “Arte, Cine y Psicoanálisis”?
El armado de este espacio consiste en un montaje artesanal que parte de la elección de una película que ofrezca la posibilidad de la extracción en su argumento y en su estética de conceptos psicoanalíticos y un diálogo extendido con otras ramas del arte.
Alberga a aquellos que tienen una afición especial por el cine, que encuentran un lugar donde desplegar la creatividad o articular el arte con el psicoanálisis. Y a aquellos que no, la propuesta quizás les permita descubrir un sesgo de análisis, tal vez ajeno, pero no sin efectos.
El psicoanálisis históricamente se nutrió de las creaciones artísticas y culturales, a partir de entender la obra de arte como una expresión, un decir que porta una visión sensible del mundo, una emoción, un conflicto, un drama humano que plasma una verdad del Sujeto con la lógica del inconsciente.
El discurso del psicoanálisis se apronta en ese decir, atento a una verdad que allí se revela mientras que el discurso del arte expresa la verdad del sujeto interrogando el discurso Amo.
Es en ese punto en el que se anclan los campos del psicoanálisis y el arte, donde se ha situado nuestra búsqueda: en una topología en la que no se privilegia un campo sobre el otro, sino que se encuentran en un cruce enriquecedor. Auspiciando que nuestra escucha y visión psicoanalítica nos transforme en lectores y espectadores agudos, y al revés, nuestra atención profunda en el campo del arte amplíe la escucha clínica.
Ricardo Piglia plantea que los dos grandes modos de narrar han construido sus propios héroes. Por un lado el viajero, el errante, el nómade que está fuera del hogar y vive con la nostalgia de algo que ha perdido. Por otro lado, la otra gran figura, el descifrador de enigmas, el que investiga un crimen y al final termina por comprender que el criminal es él mismo. “Podríamos pensar entonces a Ulises y a Edipo como protagonistas de estos relatos básicos, como grandes modelos del relato y de la construcción de la subjetividad”.
Tanto Freud como Lacan han llegado a la interioridad de esos personajes. Freud construye su teoría a partir del relato de la tragedia de Edipo, mientras Lacan encuentra en la escritura del Ulises de Joyce, un anudamiento posible que anuda a su vez su propuesta teórica. Entonces ese punto de contacto que ya está iniciado, es el que nos precede y relanza en la placentera sublimación de esta propuesta.
El debate no es arbitrario: recorre ejes preestablecidos que se correlacionan con cierta temática, así como habilita el surgimiento de lo imprevisto.
Da lugar a lo novedoso, a lo impensado, que surge como lo contingente en el discurso.
Se aprende a ser espectadores activos, a mirar la película leyendo la gramática original del director, a tomar el texto fílmico como un discurso con su ilación y sus leyes. A ubicar con quién dialoga el autor. A apreciar la imagen, los planos y el montaje. A pensar la psicología de los personajes, sus intenciones, sus padecimientos y su transformación. A considerar los diálogos, la luz y los detalles, y en su correlato los objetos prevalentes: la voz y la mirada.
En paralelo al ejercicio de mirar, se ejerce la escucha. Se hace posible sostener una atención flotante, descubrir lo oculto, lo entredicho, lo sintomático.
Para nosotros, es un hallazgo poder reunir líneas distintas en donde converge un deseo en común: el psicoanálisis, el arte y su transmisión.